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sábado, 18 de diciembre de 2010

El verdadero amor a Dios









Por: Doris Sánchez


Las iglesias son como los comercios: te ofrecen todo al mejor precio, con las mejores condiciones de pago y hasta te aceptan pago del peaje necesario para llegar a los cielos y estar en uno de los lugares preferenciales y a la diestra de nuestro Señor.

Con el respeto que merecen para mí todas las iglesias quiero manifestarme públicamente y de una buena vez externar mi parecer.

Desde pequeña mi madre me ha inculcado temor y respeto a Dios, a confiar en él y entregarle mi vida como mi señor y mi salvador. Desde muy pequeña me bautizaron, hice la primera comunión, la confirmación y junto a todos mis hermanos eramos constantes en las visitas a la iglesia; una, porque era el camino hacia Dios; otra, porque crecí al lado de la iglesia y para más al lado también de la casa de los curas. Recuerdo perféctamente las broncas de mi madre cada domingo para hacernos ir a la misa de las 8 de la mañana, una, porque quería fuéramos buenas personas, otra, porque los curas pasaban una lista visualmente y enseguida acudían a reclamar a mi madre por qué no vio a las niñas en misa.



Nos hacemos adultos y me dedico a visitar iglesias que pudieran llenarme aún más en mi búsqueda hacia Dios, ya divorciada y con dos hijos pequeños empecé a visitar iglesias de distintas denominaciones hasta llegar a la iglesia Evangélica Pentecostal, en la que no solo me sentí muy a gusto también mis hijos se adaptaron fácilmente a ella y encima tener unos pastores que por años han estado ahí escuchándonos y enseñándonos muchas cosas de la biblia. Mis hijos se bautizaron en ella y no han apartado su mirada de Dios, yo necesité más tiempo y entre tanto llegué a España y aquí seguí buscando iglesia de la misma denominación para congregarme. No puedo decir que he sido la más fiel ni la más entregada, lo que sí puedo decir que en todos los momentos de mi vida me he aferrado a Dios y que él nunca me ha abandonado.

Independientemente de la iglesia a la que pertenezcamos las personas en principio debemos tener unos valores éticos, morales, personales, el inicio de la vida de todo creyente está en su casa, con la enseñanza de sus padres y demás familiares. Digo esto porque considero que ninguna iglesia tiene derecho a alejar a una persona de su familia sanguínea por asuntos religiosos, menos por no ser creyentes, Dios pide amarnos.


Todo en la vida tiene unos límites y me gustaría saber ¿hasta donde tienen las iglesias el derecho de interferir en la vida privada de sus feligreses? quiero saber si las personas adultas aún perteneciendo a cualquier iglesia no son capaces de tomar para sus vidas las decisiones que consideren oportunas sin tener que esperar el parecer de sus dirigentes? yo apelo al sentido común, a los sentimientos, a los lazos familiares y afectivos, apelo a los derechos que tiene cada ciudadano a tener una conducta y un comportamiento personal.

Necesitamos guías espirituales, personas que nos orienten en los caminos de la fe pero ojo, sólo Dios es perfecto, cualquier hombre de la tierra es imperfecto capaz de cometer errores aún sin quererlo, quiero amar a Dios en libertad, sin que nadie me venga con exigencias ni controles, eso de pasar lista quedó en la escuela primaria, cuando no me apetece ir a la iglesia, no voy y por eso no estoy dejando de amar a Dios. Los creyentes necesitan su espacio, su vida personal, familiar, quedar con amigos, no todo debe ser la iglesia, de lunes a domingo la iglesia, hay algunas que hacen comidas los domingos, olvidando que hay familiares no creyentes que esperan a esas familia para comer en familia, nadie puede venir a sustituír a mi familia, nadie porque mi familia es para mí tan importante como Dios, y Dios nunca me pedirá apartarme de ella, todo lo contrario, si algún familiar anda en malos caminos Dios te motiva a traerlo hacia él, no a abandonarle.

Publicado el jueves 16/09/2010 en El Granero del Sur.
http://contactomatinal.blogspot.com/2010/09/desde-galicia_16.html0,




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